Las novelas de Ingrid Noll suelen tener crímenes, pero no se puede considerar que se trate de novelas policiacas típicas, pues normalmente no se trata de averiguar quién es el asesino, sino más bien de cómo se las ingenia para cometerlo y que no le descubran.
En este caso, además, no hay un cadáver en sentido estricto, sino un anciano al que sus familiares quieren ver muerto. Y esto no es más que la excusa para ir contando la vida de una típica familia media en la que cada uno va a lo suyo sin importarle para nada lo que sientan o quieran los demás.
No le falta su dosis de ironía y de situaciones que, aunque llevadas al extremo, son perfectamente reconocibles.
Me ha resultado entretenida, sin más pretensiones.
Sinopsis