En esta semana de carnaval en la que me hubiera gustado estar en Venecia (es uno de esos viajes que espero poder hacer algún día), me he tenido que conformar con viajar con la imaginación, y para eso nada mejor que una de las novelas de Donna Leon que tienen al comisario Brunetti como protagonista.
Me he leido casi todos sus libros (creo que sólo tengo pendientes alguno de los últimos), así que podría haber escogido cualquiera de ellos para este propósito, pero en este creo que se refleja un aspecto muy peculiar de la ciudad, como es el del acqua alta, cuando la marea sube y todo se inunda, que ninguna de las veces que he estado allí me ha tocado vivir, no sé si afortunada o desafortunadamente, pues tiene que ser algo impactante.
En cualquier caso, valga cualquiera de estas novelas para viajar a Venecia y para disfrutar de esa forma de ser y de ese humor tan peculiar del comisario Brunetti, que no pierde incluso en los casos más truculentos, y que son una auténtica delicia. Para quien lo conozca, creo que hay poco más que explicar, y para aquellos que aún no lo conozcan, la recomendación de que no esperen más. Seguro que se enganchan.
Sinopsis
La arqueóloga norteamericana Brett Lynch, vieja conocida del comisario Guido Brunetti, de la policía de Venecia, sufre una agresión en su casa. Dos matones le advierten así que no se reúna con el dottor Semenzato, director del museo del Palacio Ducal, uno de los más relevantes de la ciudad. La amante de Brett, la soprano y diva Flavia Petrelli, la salva in extremis cuchillo en mano. Días después, Semenzato aparece muerto en su despacho. Alguien sin apego al arte ni demasiados escrúpulos le ha aplastado la cabeza con una bella pieza procedente de un yacimiento arqueológico. El melancólico, culto y pragmático comisario creado por Donna Leon se enfrenta, en esta su quinta aventura, a una trama mafiosa que extiende su red de contrabando en el tráfico internacional de arte. Al retirarse el Acqua alta, la marea que periódicamente inunda las calles de Venecia, arrastra consigo una suciedad que deja tras de sí un poso de inmundicia y tristeza. La mirada de Brunetti es la de quien sabe que debe nadar en medio de esas aguas, que empapan también el alma de su ciudad.
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