Javier Marías es el autor de algunas de las novelas que más me han gustado (Mañana en la batalla piensa en mí, Corazón tan blanco), aunque ya hace bastante tiempo que no leo nada suyo.
Por eso cuando vi este libro en la biblioteca me apeteció reencontrarme con su lectura, si bien es cierto que no tiene nada que ver su faceta de columnista con la de novelista. Pero también es cierto que muchos de estos artículos los leí en su día en el periódico y me pareció una buena idea el releerlos ahora después de pasados unos años.
Por eso cuando vi este libro en la biblioteca me apeteció reencontrarme con su lectura, si bien es cierto que no tiene nada que ver su faceta de columnista con la de novelista. Pero también es cierto que muchos de estos artículos los leí en su día en el periódico y me pareció una buena idea el releerlos ahora después de pasados unos años.
Lo curioso del caso es que muchas de las cosas que cuenta y comenta son perfectamente aplicables a la actualidad, especialmente cuando critica a los políticos de uno y otro signo, lo que viene a demostrarnos que las cosas evolucionan menos de lo que pensamos.
De todas formas, me gusta la forma que tiene de contar las cosas y de arremeter contra todo lo que le parece mal, aunque no esté de acuerdo con todas sus opiniones, y me ha resultado interesante echar la vista atrás a ese pasado no tan lejano pero ya casi olvidado, pues como él bien dice en uno de sus artículos "hace ya mucho que los hechos recientes nos parecen en seguida antiguos".
Sinopsis
Este volumen recoge noventa y nueve artículos publicados entre febrero de 2003 y febrero de 2005, es decir, los dos primeros años de colaboración de Javier Marías en El País Semanal.
En este casi centenar de piezas, Marías se muestra tan combativo e irreverente como de costumbre, y lo hace cuando era más oportuno: durante una etapa de nuestra historia algo sombría, que tuvo su máxima expresión trágica en los atentados madrileños del 11 de marzo de 2004. A los columnistas, dice Marías, "hay temporadas en que la realidad se nos impone en exceso, y hasta nos parece inmoral no referirnos a los acontecimientos graves en que nos hallamos inmersos todos".
Sin embargo, la variedad de asuntos tratados, casi siempre con leve nostalgia o con aguda ironía, es considerable: desde evocaciones de su madre muerta y de su padre anciano, del amigo de infancia o de las viejas colecciones de cromos de futbolistas, hasta las creencias y costumbres más necias de nuestro tiempo, la búsqueda de tumbas legendarias durante algunos viajes o la cada vez menos importancias de lo dicho y de las palabras, que lleva a demasiadas personas, sobre todo a los políticos, a ejercer constantemente "el oficio de oír llover".
Por suerte exiten aún escritores que, como Javier Marías, no se limitan a eso, sino que, con sus palabras, "intentan distinguir algo en medio del rumor manso o del ruido atronador de los acontecimientos".
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