Tal y como dije la semana pasada, esta novela de Edward Rutherfurd es de las pocas que no he leído en el plazo marcado por el blog (si no recuerdo mal, creo que en todo este tiempo se trata de la segunda), y esto es debido no sólo a que se trate de un libro voluminoso, sino también a que es una novela bastante densa en cuanto a su contenido, lo que hace que su lectura deba tomarse con tranquilidad y reposo.
Y no podría ser de otra manera cuando nos cuenta la historia de Nueva York desde su fundación en el siglo XVII hasta la actualidad, terminando con los atentados a las Torres Gemelas, pasando por todos los episodios de la historia de Estados Unidos que nos suenan algo, pero que en general no conocemos en profundidad.
Lo que la hace además entretenida es que mezcla estos sucesos históricos con los avatares de una familia americana, de cuyos miembros seguimos sus vidas durante todos esos siglos, y así la lectura se hace bastante amena.
Un libro recomendable para quien quiera aprender algo más de Nueva York, y por extensión de Estados Unidos, y tenga tiempo y ganas de sumergirse en sus cerca de 1.000 páginas.
Sinopsis
Los cuatrocientos años de historia de la ciudad de Nueva York se conforman de miles de historias, escenarios y personajes extraordinarios. Partiendo de la vida de los indios que habitaban sus tierras vírgenes y los primeros colonos holandeses hasta llegar a la dramática construcción del Empire State Building o la creación del edificio Dakota en el que vivía John Lennon. Durante la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, Nueva York fue territorio británico; tiempo más tarde, los neoyorquinos crearon canales y vías ferroviarias que abrieron las puertas a la América del Oeste. La ciudad ha estado en el centro del huracán en buenos y malos momentos, como lo fueron el Crack del 29 o el ataque del 11 de septiembre. Grandes personajes han poblado su historia.
Pero, ante todo, para mí, se trata de la historia de gente ordinaria: indios locales, pobladores holandeses, comerciantes ingleses, esclavos africanos, tenderos alemanes, trabajadores irlandeses, judíos e italianos llegados vía Ellis Island, puertorriqueños, guatemaltecos y chinos, gente de bien y gánsteres, mujeres de la calle y damas de alta alcurnia. A estos personajes, la mayoría de ellos anónimos, los descubrí cuando me documentaba para el libro. Eran una milésima parte de todos aquellos que llegaron a Nueva York, a América, en busca de la libertad, algo que la mayoría acabó encontrando.
Edward Rutherfurd
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