domingo, 14 de abril de 2013

La edad de la duda (Andrea Camilleri)

Este es ya el cuarto libro de Andrea Camilleri que comento en el blog, por lo que creo que resulta obvio que, tal y como he dicho en otras ocasiones, es uno de mis autores de novela policíaca favoritos.
Y lo cierto es que todo lo que he dicho anteriormente se puede aplicar a esta novela, que es una de las últimas del comisario Montalbano por el momento (ya tengo la nueva en lista de espera).
Así que no voy a repetirme mucho. Buena intriga, personajes muy particulares, una forma de ver la vida muy suya y, en esta ocasión, sentimientos más personales que otras veces.
Para degustar en cualquier ocasión.

Sinopsis

Con las primeras luces del alba, el comisario Salvo Montalbano se despierta sobresaltado por una pesadilla angustiosa. En ella, la capilla ardiente de su propio funeral se instala en su despacho y todos sus compañeros de trabajo le dan las condolencias por su reciente fallecimiento. Y lo peor es que Livia le comunica que no tiene intención de asistir al entierro, pues aunque lo ha amado tanto en vida, no puede "desaprovechar esa oportunidad". Pero las zozobras íntimas del comisario quedan en segundo plano cuando la llegada al puerto de Vigàta de un misterioso velero de lujo coincide con el hallazgo de un cadáver con el rostro desfigurado. Montalbano se pone manos a la obra y pronto se verá inmerso en una investigación de muy hondo calado, en la que le tráfico de diamantes africanos desempeña un papel fundamental.
En palabras del propio autor, ésta no sólo es la aventura más "marina" del comisario, sino que por primera vez trabaja codo a codo con una mujer policía. ¡Y qué mujer! La joven teniente Laura Belladonna es de una simpatía irresistible y una belleza magnética. Igual que Petrarca, para Montalbano Laura es el "dulce error", el deseo nunca consumado, aunque sí correspondido, que lo situará frente a frente con su conciencia. La proverbial lucidez de Salvo no le bastará esta vez para librarse de algunos de los fantasmas que lo atenazan, por lo que deberá acudir en busca de consuelo a la trattoria de Enzo, quizá con más frecuencia de la habitual.

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