El humor inglés es algo de lo más peculiar (o al menos así me lo parece) y por eso hay algunos libros en los que lo encuentras y otros en los que no. No había leído nada de Julian Barnes, que parece ser uno de sus mejores exponentes, y me he decidido por este libro, pero debo decir que aquí no lo he encontrado.
Se trata de una serie de relatos cortos sin ningún orden aparente, aunque luego sí se encuentra la relación entre algunos de ellos, donde se narran distintos episodios de la historia del mundo, algunos reales, otros supongo que no, de forma bastante sui generis.
Debo decir que, salvo el primero de ellos, que realmente me ha resultado original y con ese punto de ironía que suponía para el resto del libro, los demás en general me han aburrido. Si lo he terminado ha sido porque es corto y porque esperaba encontrar alguno más similar al primero, pero no ha sido así, y sólo destacaría algún destello fugaz.
No obstante, intentaré dar otra oportunidad a este autor. A lo mejor no era el momento.
Sinopsis
La historia del mundo que nos cuenta Julian Barnes comienza en el arca de Noé y termina en el paraíso, y entretanto la cruzan navíos diversos: la balsa de la Medusa, que inspira la célebre pintura de Géricault; el Saint Louis, un barco de condenados que, tras zarpar rumbo a La Habana con 937 judíos alemanes expulsados de cárceles y campos de concentración, recorrió medio mundo sin que ningún país aceptara su cargamento, por lo que tuvo que poner rumbo a Alemania; la frágil barca en la que se hace a la mar una australiana desesperada y quizá loca, convencida de que el mundo ha sido arrasado por la guerra atómica; y hasta la nave espacial de un astronauta que encuentra a Dios en los espacios, nunca mejor dicho que cada uno tiene el Dios que se merece, y acaba redescubriendo el arca de Noé en el monte Ararat, en uno de los irónicos equívocos con que Barnes obsequia a sus lectores.
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