Ya había leído otro libro de Anna Gavalda que me gustó bastante (Juntos, nada más), así que no dudé mucho cuando vi este en la biblioteca. Pero en este caso, debo decir que me ha decepcionado un poco, desde luego nada que ver con el anterior.
Como positivo, que se lee de un tirón y en un rato (en mi caso, en una sesión de peluquería), y que tiene situaciones divertidas y con una chispa de ironía, en las que nos vemos de algún modo reflejados.
Y la reflexión que me sugiere en estos momentos, por mi situación actual, es que debemos dejar de lado los convencionalismos a los que muchas veces nos empuja la sociedad y centrarnos en lo que verdaderamente importa, en aquello que para cada uno constituye esa sal de la vida.
Como positivo, que se lee de un tirón y en un rato (en mi caso, en una sesión de peluquería), y que tiene situaciones divertidas y con una chispa de ironía, en las que nos vemos de algún modo reflejados.
Y la reflexión que me sugiere en estos momentos, por mi situación actual, es que debemos dejar de lado los convencionalismos a los que muchas veces nos empuja la sociedad y centrarnos en lo que verdaderamente importa, en aquello que para cada uno constituye esa sal de la vida.
Sinopsis
Simon, Garance y Lola, tres hermanos que ya se han hecho tan mayores como sus obligaciones, huyen de una tediosa boda familiar para ir a reunirse en un pueblecito campestre con Vincent, su hermano pequeño. Olvidándose de hijos, divorcios y preocupaciones, vivirán un último día de infancia robado a su mundo de adultos.
Esta novela es un homenaje a los hermanos, compañeros imborrables de nuestra niñez. En sus páginas, chispeantes y espontáneas, Anna Gavalda nos regala una historia irresistible de libertad, un antídoto contra la monotonía y la tristeza.
"La sal de la vida es un relato alegre, lleno de sonrisas, de juegos, de reyes, reinas y ases, que nos recuerda que todo es posible todavía", Anna Gavalda.
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