Lo primero que leí de Andrés Pascual fue su tercera novela, El haiku de las palabras perdidas, que, como ya dije, me encantó. Después seguí con su primera novela, El guardián de la flor de loto, que me gustó menos. Y ahora de esta última no sé muy bien qué comentar, ya que desde luego no es para nada lo que esperaba.
Esperaba encontrarme una novela del estilo de las anteriores, con algo de aventura y una parte de reflexión, y se trata más bien de un libro de los del tipo autoayuda, en plan fábula que te hace pensar, muy del estilo de Paulo Coelho y, como ya comenté hace unos meses hablando de éste último, no termina de ser el tipo de lecturas que me atraiga.
No obstante, se lee de forma fácil y rápida y como también he dicho otras veces, siempre se saca alguna idea en la que pensar.
Esperaba encontrarme una novela del estilo de las anteriores, con algo de aventura y una parte de reflexión, y se trata más bien de un libro de los del tipo autoayuda, en plan fábula que te hace pensar, muy del estilo de Paulo Coelho y, como ya comenté hace unos meses hablando de éste último, no termina de ser el tipo de lecturas que me atraiga.
No obstante, se lee de forma fácil y rápida y como también he dicho otras veces, siempre se saca alguna idea en la que pensar.
Sinopsis
Un ejecutivo llamado David Sandman se incorpora al equipo de observadores desplegado por Naciones Unidas en Cachemira, una región del Himalaya inmersa en una guerra eterna. Torturado por un drama familiar, David busca huir de todo para liberarse del dolor. Allí conocerá a Aurore, una joven enfermera militar con la que iniciará una intensa relación. Dos náufragos en mitad de un océano de enseñanzas milenarias que encierran el secreto para alcanzar la paz y la felicidad.
Con su lírica y sensibilidad, Andrés Pascual nos presenta una bella y sobrecogedora fábula que llenará de esperanza nuestras vidas.
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