Esta semana la he pasado de vacaciones por Sicilia (por fin, pues era uno de esos viajes que tenía pendientes desde hace tiempo y que, incluso a pesar de inconvenientes de última hora, he podido llevar a cabo). Así que la lectura de la semana era obvia, y más coincidiendo que el día que fui a comprar una guía de viaje encontré en la librería el último libro de Andrea Camilleri.
El libro me ha gustado tanto o más que los anteriores, pues no le falta nada de lo que los hace atractivos: un buen caso policíaco bastante entretenido, las especiales relaciones de Montalbano con Livia, su ritmo de vida, las anécdotas de Catarella (imposible reprimir la sonrisa en multitud de ocasiones), la buena comida... Podría seguir enumerando los mismos temas de siempre.
El hecho de recorrer los paisajes de la isla, una auténtica maravilla (sólo le sobra el calor...), y poder recorrer incluso las calles imaginarias de Vigàta (Porto Empedocle en realidad) le ha añadido un aliciente a la lectura. Hacerme una foto al lado del comisario Montalbano ha sido lo más...
En cualquier caso, sigo recomendando estos libros a quien no los conozca, pues quien ya los haya leído seguro que no lo necesita.
En cualquier caso, sigo recomendando estos libros a quien no los conozca, pues quien ya los haya leído seguro que no lo necesita.
Sinopsis
Una serie de robos ejecutados de
forma extremadamente ingeniosa y audaz se extienden de la noche a la mañana
entre los habitantes más adinerados de Vigàta. Los cacos logran desvalijar
simultáneamente la residencia principal y la de veraneo, y, en pocos días,
enormes sumas en efectivo, joyas y valiosísimas obras de arte pasan de las
manos de sus dueños a las de estos expertos delincuentes que, en apariencia, lo
tienen todo calculado.
Con la llegada de una enigmática
misiva anónima en la que el cerebro de la organización reta a Salvo Montalbano
a jugar una suerte de partida de ajedrez, el caso se convierte rápidamente en
un desafío para nuestro comisario. Pero lo que de verdad complica las cosas es
la aparición en escena de Angelica Cosulich, una de las víctimas de los robos.
La belleza fulgurante de esta joven treintañera de sonrisa luminosa trastorna
profundamente a Salvo, pues es la viva imagen de la Angélica del Orlando furioso, el ideal femenino que
protagonizó las fantasías adolescentes del comisario.
Como Orlando, Montalbano deberá
luchar simultáneamente en distintos flancos: por un lado, confuso y obstinado,
contra los achaques de la edad –se está acercando a los sesenta-, y por otro,
contra la atracción de una mujer a la que es incapaz de resistirse. Con las
hilarantes aportaciones de Catarella y las dosis de genial improvisación con
las que el comisario elude los intentos disciplinarios de sus superiores, La sonrisa de Angelica es una de las
aventuras más emocionantes y divertidas de la serie.
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