Al igual que el libro que comenté hace unas semanas, esta novela de Julio Llamazares ha venido recomendada por una compañera de tertulias literarias, no muy frecuentes, pero sí intensas.
Se trata de un impresionante monólogo del último habitante de un pueblecito de los Pirineos que nos va contando cómo se quedó solo y cómo ha vivido en soledad esos últimos años esperando la muerte.
Pero lo más destacable no es el argumento, que se resume de forma sencilla, sino cómo están narrados los pensamientos y reflexiones del protagonista, tanto por el lenguaje utilizado como por la estructura temporal y por supuesto por el contenido de esas reflexiones.
Es una novela triste, pero hermosa, cuya lectura he disfrutado.
Sinopsis
Es un monólogo del último habitante de un pueblo abandonado del Pirineo aragonés. Entre "la lluvia amarilla" de las hojas de otoño que se equipara al fluir del tiempo y la memoria, o en la blancura alucinante de la nieve, la voz del narrador, que está a las puertas de la muerte, nos evoca a otros habitantes ya desaparecidos y nos enfrenta a los extravíos de su mente y a las discontinuidades de su percepción en el pueblo fantasma del que se ha adueñado la soledad.
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