Tengo que decir que no había oído hablar de Laura Norton, a pesar de que su libro anterior, No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, parece que ha tenido bastante éxito. Así que no sabría decir qué es lo que me atrajo de esta novela. Quizás su argumento, que parecía disparatado y entretenido, y que en este aspecto no me ha decepcionado.
Se trata de una historia con mucho humor, que mezcla situaciones cotidianas que nos pueden pasar a cualquiera con otras tan absurdas o llevadas al extremo que resultan inverosímiles, aunque ya sabemos que a veces la realidad supera la ficción en esto de la inverosimilitud.
Me he divertido leyéndola, y no deja de tener su punto de moraleja, pues intenta hacernos ver que todo sucede por algo y que de las cosas malas siempre se puede sacar algo bueno, reflexión que puede venir bien en determinadas ocasiones. Y por último destacaría también a los personajes, a los que no puedes dejar de coger cariño.
Como curiosidad añadiré que la protagonista es una arquitecta, al igual que en la novela que comenté la semana pasada, lo que me ha parecido una casualidad graciosa, pues no suele ser muy habitual.
Se trata de una historia con mucho humor, que mezcla situaciones cotidianas que nos pueden pasar a cualquiera con otras tan absurdas o llevadas al extremo que resultan inverosímiles, aunque ya sabemos que a veces la realidad supera la ficción en esto de la inverosimilitud.
Me he divertido leyéndola, y no deja de tener su punto de moraleja, pues intenta hacernos ver que todo sucede por algo y que de las cosas malas siempre se puede sacar algo bueno, reflexión que puede venir bien en determinadas ocasiones. Y por último destacaría también a los personajes, a los que no puedes dejar de coger cariño.
Como curiosidad añadiré que la protagonista es una arquitecta, al igual que en la novela que comenté la semana pasada, lo que me ha parecido una casualidad graciosa, pues no suele ser muy habitual.
Sinopsis