Para esta semana que he pasado en Nueva York intenté buscar un libro significativo relacionado con la ciudad y así llegué a esta novela, que inicia La trilogía de Nueva York. Pensé que la elección no podía ser más adecuada, pero no me ha convencido.
No había leído nada de Paul Auster, un autor estadounidense carismático, que siempre aparece entre los más importantes del país, pero esta novela no ha hecho que desee seguir haciéndolo.
Para el propósito de conocer la ciudad sí que me ha servido, pues se identifica perfectamente, y más aún si la estás recorriendo mientras la lees. Pero como novela no me ha gustado. No le he encontrado ni pies ni cabeza al argumento ni a su supuesto mensaje. Me ha dejado fría, la verdad.
No sé si le daré otra oportunidad al autor, pues si es tan reconocido algo debe tener. De momento, paso.
El viaje, por el contrario, ha sido perfecto. Poco más se le podía pedir. Lo hemos disfrutado mucho.
Sinopsis
En mitad de la noche, alguien llama por teléfono a Daniel Quinn, un escritor de novelas policíacas que firma bajo pseudónimo y que, descorazonado, ha renunciad a su carrera como poeta. La voz al otro lado de la línea pregunta insistentemente por un investigador, un tal Paul Auster, porque quiere encomendarle una misión. Quinn decide dejarse llevar por la casualidad y asumir la identidad del detective, como si se tratara del protagonista de una de sus novelas.
Las pesquisas le llevarán hasta Stillman, un curioso personaje que requiere protección para salvar su propia vida. Para ello el detective se perderá en el laberinto de la realidad y de las calles de Nueva York.
Con Ciudad de cristal, la inauguración de La trilogía de Nueva York, Paul Auster reinventó el género policíaco con una aventura quijotesca y un diálogo sobre la identidad y la realidad contemporánea.
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