Hay veces en que una novela aparentemente anodina te transmite más de lo que esperas encontrar en ella. Y esto me ha sucedido con ésta de Jean-Paul Didierlaurent, que encontré por casualidad en la biblioteca.
Lo primero que me atrajo fue que habla de libros, de una persona que lee cada día un poco en el tren sin importarle quién le escuche. Y me suelen gustar las novelas que tratan de libros y de lectores. Pero la novela tiene mucho más.
Si la analizamos podemos descubrir cómo habla de la rutina, de la monotonía de un trabajo que no te gusta pero no puedes dejar, de la importancia de las pequeñas cosas, esas en las que no nos fijamos, pero que pueden alegrarnos el día...
Todo eso condensado en muy pocas páginas y con una lectura muy amena que no puedes dejar, pues hay una pizca de intriga que mantiene el interés. Y, lo más importante de todo, que te deja buenas sensaciones cuando la terminas, algo que después de los momentos pasados, un tanto complicados, se agradece mucho.
Sinopsis
Lo primero que me atrajo fue que habla de libros, de una persona que lee cada día un poco en el tren sin importarle quién le escuche. Y me suelen gustar las novelas que tratan de libros y de lectores. Pero la novela tiene mucho más.
Si la analizamos podemos descubrir cómo habla de la rutina, de la monotonía de un trabajo que no te gusta pero no puedes dejar, de la importancia de las pequeñas cosas, esas en las que no nos fijamos, pero que pueden alegrarnos el día...
Todo eso condensado en muy pocas páginas y con una lectura muy amena que no puedes dejar, pues hay una pizca de intriga que mantiene el interés. Y, lo más importante de todo, que te deja buenas sensaciones cuando la terminas, algo que después de los momentos pasados, un tanto complicados, se agradece mucho.
Sinopsis
Guibrando Viñol no es ni guapo ni feo, ni gordo ni flaco. Su trabajo consiste en destruir lo que más ama: es el encargado de supervisar la Cosa, la abominable máquina que tritura los libros que ya nadie quiere leer. Al final de la jornada, Guibrando saca de las entrañas del monstruo las pocas páginas que han sobrevivido a la carnicería. Cada mañana, en el tren de las 6.27, se dedica a leerlas en voz alta para deleite de los pasajeros habituales. Un día descubre por casualidad una pieza de literatura atípica que le cambiará la vida.
La amistad une a un grupo de personajes aparentemente anodinos, probables compañeros invisibles de nuestros viajes cotidianos en tren, que esconden mundo extraordinarios donde todo es posible: un vigilante de seguridad que habla en verso, una princesa cuyo palacio es un aseo público y un mutilado que encuentra sus piernas en el lugar más extraño. En una mezcla insólita de humor negro y dulzura, celebramos con ellos el triunfo de los incomprendidos.
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