Este mes le ha tocado el turno en el club de lectura a este libro de Antonio Fernández Rañada.
Su lectura se me ha hecho (y en eso he coincidido con la mayoría) bastante pesada. Realmente creo que con un par de capítulos se podría haber resumido todo su contenido. El problema es que esos capítulos están al final y llegar a ellos requería de buenas dosis de paciencia.
El tema del libro por otro lado ha resultado interesante y muy apropiado para el debate, que al fin y al cabo es el objetivo del club. Ha sido interesante ver las diferentes opiniones que una misma lectura puede generar en cada uno. Esta parte ha sido desde luego lo mejor, pues ya digo que leerlo no me resultó muy gratificante.
Vamos a por el próximo, que es de matemáticas y estoy casi segura que me va a gustar más. O por lo menos me va a resultar más ameno.
Su lectura se me ha hecho (y en eso he coincidido con la mayoría) bastante pesada. Realmente creo que con un par de capítulos se podría haber resumido todo su contenido. El problema es que esos capítulos están al final y llegar a ellos requería de buenas dosis de paciencia.
El tema del libro por otro lado ha resultado interesante y muy apropiado para el debate, que al fin y al cabo es el objetivo del club. Ha sido interesante ver las diferentes opiniones que una misma lectura puede generar en cada uno. Esta parte ha sido desde luego lo mejor, pues ya digo que leerlo no me resultó muy gratificante.
Vamos a por el próximo, que es de matemáticas y estoy casi segura que me va a gustar más. O por lo menos me va a resultar más ameno.
Sinopsis
Aunque los fundadores de la Revolución científica fueron un grupo de pensadores sinceramente creyentes, en el siglo XVIII se inició un proceso de alejamiento entre religión y ciencia, interpretado por algunos como un enfrentamiento inevitable en el que aquélla sería superada por el inmenso poder de ésta. Fruto de una exaltación del reduccionismo científico es la honda fractura que sufre la cultura contemporánea entre quienes pretenden rebajar el papel de la razón y quienes aspiran a revivir con exactitud la pureza de los primeros ideales ilustrados. Sin embargo, en contra de un estereotipo muy extendido, muchos científicos siguieron sintiendo la seducción del enigma de Dios, reflexionando sobre él hasta el punto de elaborar sistemas muy personales de creencias, movidos por el asombro que en ellos producían las leyes de la naturaleza.
Este libro analiza las posturas que mantuvieron ante la idea de Dios y la trascendencia un número de grandes científicos como Faraday, Maxwell, Darwin, Einstein, Planck, Monod, Feynman o Hawking, entre otros. Partiendo de sus testimonios, es posible revisar el problema de las relaciones entre ciencia y religión para conciliar dos necesidades acuciantes: mantener a la razón como un elemento imprescindible para conocer el mundo y resolver sus graves problemas, por un lado, y no olvidarse nunca del sujeto en aras de la objetividad, por el otro.
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