En principio creía que me iba a gustar menos, pues cuesta algo más que en el anterior meterte en la trama, pero después te engancha totalmente y es casi adictivo. Se sale un poco de lo típico de las novelas policíacas pues, si bien hay investigadores y hay crímenes, no sigue el guión habitual del género. Pero el resultado es bastante interesante.
No sé si esta autora seguirá con la serie, pero no cabe duda de que hay que tenerla en cuenta.
Sinopsis
En las Navidades de 2009, con un país aplastado por la crisis, una
funcionaria de la Seguridad Social muere al ser empujada violentamente
contra una cristalera. Quien lo hace es una joven que huye del lugar sin
dejar rastro. Este es el caso que investiga Julián Tresser, teniente de
la Policía Judicial de la Guardia Civil, cuando surge la primera pista
fiable sobre el paradero de Luba, una chiquilla de doce años que
desapareció misteriosamente dos años atrás.
Desde entonces,
Tresser ha buscado desesperadamente a esa niña que no es su hija pero
que debería serlo. No imagina que la pequeña ha escapado del sórdido
mundo de la prostitución en la que la habían confinado. El azar la lleva
a esconderse en una casa en un pueblo perdido donde dos mujeres parecen
ocultar un secreto inconfesable que podría arruinarles la vida. Luba
debería pedirles ayuda, puesto llega herida hasta allí, pero los abusos
que ha sufrido le impiden confiar en nadie. Esas circunstancias,
caprichosas y crueles, no se lo van a poner fácil al teniente, pues, a
la vez que busca a la niña, deberá elegir entre la responsabilidad que
conlleva su oficio y la fuerza de los vínculos de sangre.
Tras el éxito de Morir no es lo que más duele,
Inés Plana sumerge al lector en una trama vertiginosa por la que
transitan personajes atormentados y complejos y en donde el teniente
Tresser se someterá a un dilema moral que pondrá a prueba sus
convicciones.
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