¿Por qué el pene y los testículos del hombre son mucho más grandes que los del resto de los primates? ¿Por qué los pechos de la mujer se desarrollaron tanto? ¿Cuál es el propósito evolucionista del orgasmo humano? ¿Nos dejaron, nuestros antepasados reptilianos, una herencia biológica de violencia y celos sexuales? Los interrogantes podrían alargarse indefinidamente. Una cuestión los resume: ¿sabemos quiénes somos? Nada tan complejo, debatible y, a menudo, ideologizado como los temas relacionados con la sexualidad humana. De ahí el enorme valor de un libro como Danza misteriosa que nos ofrece una fascinante perspectiva evolucionista. Hay un origen ancestral, mucho más remoto de lo que sospechamos, en nuestras emociones, pasiones, perversiones, sentimientos relacionados con el acto del amor.
En Danza misteriosa se explica cómo la actual sexualidad humana procede y depende de una larga línea de antepasados no humanos -e incluso humanos-, desde monos y otros mamíferos hasta reptiles, anfibios, peces. Más todavía: los autores se remontan hasta las células más diminutas, incluyendo las promiscuas bacterias que intercambian incesantemente sus genes. Todo ha dejado huella en nuestra conducta.
Por otra parte, Danza misteriosa combina la investigación científica con la filosofía, el psicoanálisis, la religión, la política: se trata de entender nuestro presente explorando una herencia complejísima que emerge del pasado: una herencia que podemos ignorar, pero a la cual no podemos escapar.
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