Hace unos meses tuve ocasión de asistir a una conferencia de Juan Eslava Galán en la biblioteca. Creo que he leído alguno de sus libros muchísimo tiempo y algún otro más recientemente, pero después de la conferencia, que fue de los más interesante y amena, me quedé con las ganas de leer alguna de estas "historias contadas para escépticos" que ha publicado últimamente. Así que dicho y hecho, decidí empezar por la de España.
Llevo con el libro unos meses, no solo porque se trate de un auténtico "tocho" (en el buen sentido de la palabra), sino porque me parece más apropiado ir leyendo fragmentos de poco en poco. Al fin y al cabo, se trata de la historia de España desde la misma prehistoria hasta nuestros días y no es cuestión de completarla del tirón.
Una lectura interesante y amena. Algunas de las cosas que cuenta son de sobra conocidas, pero hay muchas novedosas y, sobre todo, el toque que le da el autor a la forma de contarlas hace que no resulte en absoluto pesada. Casi me atrevería a decir que puede ser un libro de cabecera para releer por fragmentos cada cierto tiempo. Supongo que me atreveré con algún otro en cualquier momento.
¿Sabía usted que el emperador Carlos V le hizo una hija a su abuelastra? ¿Sabía que Franco tenía la lágrima fácil incluso cuando no le mataban al almirante Carrero?
En este libro, que abarca desde los caníbales de Atapuerca hasta la irrupción de Podemos, no he pretendido escribir la historia que escribiría el pueblo, ya que el pueblo es ágrafo por naturaleza, sino, más bien, una Historia de España contada para escépticos que no creen en la Historia de España.
No pretendo que sea veraz, justa y desapasionada, porque ninguna historia lo es, pero por lo menos intentaré que no mienta ni tergiverse a sabiendas, que ya es un propósito sobradamente ambicioso en los tiempos que corren. Además procuraré que sea amena y documentada (pero el escéptico sabe que los documentos también se manipulan en el instante mismo en que nacen), y si el lector aprende algo de ella me daré por bien pagado. No se escribe esta historia para halagar a reyes y gobernantes (de los que el autor hablará mucho abandonándose a los impulsos del novelista que también es), ni pretende contentar a los banqueros, ni a la Conferencia Episcopal, ni al colectivo gay, ni a los filatélicos, ni a los sindicatos. El autor no aspira siquiera a merecer la aprobación indulgente de los críticos, ni a servir a una determinada escuela histórica, ni a probar tesis alguna. A lo mejor por eso se deja llevar por su curiosidad e indaga en las vidas de los poderosos, en lugar de dedicar el mayor espacio a divagaciones socioeconómicas más a la moda. No por gusto, ciertamente, sino porque está convencido de que una de las miserias determinantes de nuestra historia, la causa principal del errático y, a menudo, patético rumbo que ha seguido España lo han determinado y, ¡ay!, lo determinan, gobernantes incompetentes y tarados.
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