Pues dicho y hecho. ¿Para qué esperar más? Ya dije la semana pasada que no iba a poder esperar mucho para leer la siguiente novela de Ibon Martín.
En esta ocasión, nos trasladamos de la costa al interior del País Vasco, a una zona que no conozco pero que estoy deseando conocer, pues el autor consigue hacer que deseemos visitar los lugares que describe. La ambientación es uno de los puntos fuertes de sus novelas.
Y la intriga no se queda atrás. Un caso complicado donde además crees que has dado con el asesino y al final te das cuenta de que todo era una trampa del autor y de que nada es lo que parece o lo que tu intuyes. Me ha parecido muy lograda.
Tampoco me olvido de los policías del Grupo de Homicidios de Impacto, que son parte protagonista de las novelas. Ya estoy deseando un nuevo caso.
Reza cuanto sepas. Nadie está a salvo.
En Sandaili, una humilde ermita excavada en la roca, ha aparecido el cuerpo mutilado de una mujer asesinada mientras practicaba un antiguo rito de fertilidad. Su torso ha sido abierto y vaciado y las manos han sido colocadas a ambos lados de su abdomen en actitud de entrega. La escena reproduce, con macabra exactitud, las figuras de los apóstoles que Oteiza esculpió en la fachada de la basílica de Arantzazu. Las pruebas señalan que alguien realizó una copia de su rostro en el momento exacto de su muerte.
Un peligroso asesino ritual ha nacido al abrigo de las verdes montañas que guardan desde tiempos inmemoriales los mitos y las leyendas de los vascos. Un enclave aislado, moldeado por el agua que ha dejado sus cicatrices en forma de desfiladeros majestuosos y profundas cuevas. Ane Cestero y la Unidad de Homicidios de Impacto emprenderán un viaje a las entrañas de la tierra donde se oculta lo más oscuro del alma humana.
Regresa Ibon Martín. Regresa el mejor suspense.
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