Esta es la tercera novela de
Manel Loureiro que he leído, si no me equivoco, y quizás también la que menos me ha gustado de las tres. No quiero decir con esto que no me haya gustado, sino que me ha parecido algo exagerada en algunos de sus planteamientos.
La ambientación es lo que está más conseguido. Te hace sentir en todo momento lo que supone estar en una isla pequeña y aislada por la tormenta, con una atmósfera claustrofóbica que en ocasiones te pone los pelos de punta.
En cuanto a los personajes, hay algunos muy potentes y muy bien descritos, con los que empatizas para bien o para mal, pero otros los encuentro más anodinos.
La trama en general está bien, pero a veces parece que pasan demasiadas cosas, algunas de ellas poco creíbles.
En cualquier caso, la novela engancha desde el principio y resulta entretenida, que ya es suficiente para decidirse a leerla. Y, no sé por qué, pero en todo momento me he estado imaginando una película. Creo que podría resultar interesante.
Atrapado en Ons, una pequeña isla de la costa atlántica gallega, Roberto Lobeira no tiene posibilidad alguna de llegar a tierra firme ni de comunicarse con el exterior debido a una tormenta que parece ser el preludio de una tragedia. Cuando descubre un fardo que las olas han llevado hasta la orilla, su contenido provoca que los pocos habitantes que viven en la isla den rienda suelta a décadas de rencor, celos, viejas cuentas que saldar y sed de venganza. Y, por si fuera poco, una presencia misteriosa y acechante deja una ofrenda sangrienta en la puerta de su casa, como si se tratara de un enigmático mensaje que no puede comprender. Inmerso en un torbellino de odio, secretos inconfesables y ambición desmedida, Lobeira tendrá que sobrevivir en la isla... hasta que la tormenta pase.
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